2 Corintios 3 - Nueva Reina Valera 1990 (Adventista)

Libro de 2 Corintios
Capitulos:

12345678910111213

1 - ¿Empezamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿Necesitamos, como algunos, carta de recomendación para vosotros, o de parte de vosotros?

2 - Nuestra carta sois vosotros, escrita en nuestro corazón, conocida y leída por todos los hombres.

3 - Es manifiesto que sois carta de Cristo, resultado de nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las páginas palpitantes del corazón,

4 - Y esa confianza tenemos por medio de Cristo ante Dios.*

5 - No que seamos competentes para atribuirnos que algo sea de nosotros mismos, sino que nuestra suficiencia viene de Dios.

6 - El nos capacitó para ser ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu. Porque la letra mata, pero el espíritu da vida.*

7 - Y si el ministerio que trajo muerte, escrito y grabado en piedra, fue con tal gloria, que los israelitas no podían fijar la vista en el rostro de Moisés, a causa de la gloria de su rostro, a pesar de ser pasajera,

8 - ¡cuánto más glorioso no será el ministerio del espíritu!*

9 - Si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más glorioso es el ministerio que trae justificación.*

10 - Porque lo que fue glorioso, no es glorioso ahora, en comparación de la gloria superior.

11 - Porque si lo que es pasajero tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece.

12 - Así, teniendo tal esperanza, hablamos con mucha confianza.

13 - No como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los israelitas no se fijaran en el resplandor que se iba desvaneciendo.*

14 - Pero la mente de ellos fue embotada. Y hasta el día de hoy, cuando leen el Antiguo Testamento, les queda el mismo velo, que sólo en Cristo es quitado.*

15 - Hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, un velo cubre el corazón de ellos.

16 - Pero cuando se convierten al Señor, se le quita el velo.*

17 - Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad.

18 - Por tanto, nosotros todos, al contemplar con el rostro descubierto, como en un espejo, la gloria del Señor, nos vamos transformando a su misma imagen, con la creciente gloria que viene del Señor, que es el Espíritu.